Es un misterio que Angus perdiera el tiempo gritándoles; no iban a reaccionar. Angus caminaba sus buenos cinco metros por delante de ellos, a través de una mezcla de matojos espinosos desperdigados de forma irregular y enebros que crecían hasta una altura de casi medio metro del suelo. Pues más te vale que de ahora en adelante te funcione muy bien ese sexto sentido, porque ten claro que, si nos equivocamos de camino, te mato. Kid Bourbon lo empujó hacia la zona que rodeaba el escenario. —Gracias —contestó Freddie—. Elvis le guiñó un ojo sin perder la compostura, cuidando de no llamar cabrones hijos de puta a los otros dos jueces. El semblante se le torció hacia un lado como si tirase de él un anzuelo que tuviera enganchado en la comisura de la boca. Pero sí puedo decirte que ahí fuera hay un hombre intentando acabar con nuestro concurso. Había intentado lo de abrirse de piernas al final de la coreografía, pero no consiguió bajar ni hasta la mitad. Kid contempló su cara reflejada en el vaso de bourbon y se permitió esbozar una leve sonrisa. Por lo visto, había estado encarcelado como prisionero de guerra y había quedado traumatizado por dicha experiencia. No perdió un minuto: sacó la pistola de la trinchera y apuntó hacia el fondo del pasillo, a aquel chorizo imbécil que tantos problemas le había causado. Todo estaba sucio de restos de comida, salsas y harinas. Interpretando el tema Mustang Sally, les presento a... ¡el Blues Brother! Esta es la opinión subjetiva de un miembro de Tripadvisor, no de Tripadvisor LLC. —preguntó Sánchez—. —Y le voy a quitar el helado. —Pero... —¡Nada de peros, maldita sea! ¿Cuál de los dos fue? Consiguió convencerlos e incluso arrancó alguna carcajada a muchos de ellos, aunque sin levantar mucho la voz, no fueran a despertar al que ellos creían que era un imitador de Otis Redding borracho. —¿Sabe dónde está? Respondió una voz de mujer. Imitadores de Elvis los hay a patadas en los locales nocturnos. Lo único en que podía concentrarse era en respirar. ¿Que resultaba hortera? En cambio, lo que hizo aquel furtivo cabrón fue introducir la mano en el bolsillo de su trinchera. 10 Se había ensimismado en sus pensamientos y no había prestado atención a lo que estaba haciendo el intruso. Te he confundido con otra persona. Kid hizo lo que le habían sugerido y enfiló el ramal derecho de la misma. —quiso saber. —¿Te ha visto? —Oh. Su cadáver todavía está en la habitación, con los dos guardias de seguridad. —Pues... ya, claro —balbució—. —Pues... esto... sí, fue doloroso. Sánchez agarró su petaca y echó a correr hacia la puerta esquivando todo lo que pudo la fila de urinarios. Kid, sin hacerles caso, permaneció lo bastante cerca de las puertas para ver bien los alrededores. Kid se quitó el cigarrillo de la comisura de la boca con la mano izquierda y se volvió hacia Jonah Clementine. - 101 - Anónimo El cementerio del diablo Angus cogió el escocés, lo apuró de un trago y masticó los cubitos de hielo con los dientes, como si pretendiera impresionar a Julius con su tolerancia a las bajas temperaturas. —Porque eres un puto gilipollas. Tomó la pajita de colores, que seguía estando donde había caído, en el suelo al lado del inodoro, y la apoyó en una de las líneas de polvo blanco. Unos minutos antes había usado aquella pajita para beber el Sprite; ni por lo más remoto había imaginado que iba a encontrar un estimulante mucho más fuerte. —En el casino se les han agotado los sándwiches de jamón. «Ése es un tipo que no se me va a olvidar tan deprisa», pensó. —Siempre hay que buscar la parte positiva de cada situación, Sánchez. Jacko sonrió de oreja a oreja. Todos iban a quedar eliminados del concurso muy pronto, así que de poco servía ser - 126 - Anónimo El cementerio del diablo amable con ellos. —Oh, venga, tengo que ensayar. —La supervivencia de los más aptos, amigo mío. Le lanzó el traje y la corbata, y Jacko, que los atrapó al vuelo, los dejó sobre la moqueta. Pero a Julius, ahora que ya había terminado, lo único que le apetecía era apartarse de los demás. Para él. Él creía que no. —Bien, bien. Ella traía el pelo despeinado y la ropa un tanto descolocada. La moto arrancó y se perdió de vista carretera adelante, el par de torsión del enorme motor se hizo cargo del peso adicional sin el menor esfuerzo. Cinco de ellas ya estaban ocupadas, pero por suerte la más guapa de todas parecía estar todavía libre. Sánchez tomó asiento al lado de Elvis, en una de las dos butacas tapizadas de color crema. Cuando las luces se atenuaron y el reflector lo enfocó de lleno, volviendo al público prácticamente invisible, Luther experimentó súbitamente un último impulso de seguridad en sí mismo. «Joder.» A continuación comenzaron a salir al escenario todos los concursantes seleccionados. Justo la clase de chica que le gustaba a él. Se incorporó y parpadeó varias veces más, y distinguió la chaqueta dorada de Elvis, resplandeciendo detrás de Emily. Llegó el momento. Y entonces fue cuando les llegó el olor. Seguía de una pieza, y sin despeinarse. Estudió las alternativas. Stephie te lo va a solucionar, ¿verdad, Stephie? —Pues eso es lo que cobraré. Todo el que lo conocía lo encontraba agradable de inmediato, y casi todo el mundo se mostraba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de ganarse su aprecio. —¿Entonces? Gabriel parecía irritado. Los dos juntos empujaron al segundo guardia hasta el rincón contrario del cubículo, al otro costado de la taza del váter. En su prisa por evitar la humeante fisura y alcanzar la salida, Sánchez chocó accidentalmente con Jacko. Jacko abrió la boca como si fuera a contestar, pero sufrió un súbito ataque de sentido común y decidió que mejor no. Su tono de voz reveló que estaba verdaderamente aterrorizado—. Tiene unas hojas más pequeñas que el geranio zonal, pero muy bonitas y aromatizadas. Al igual que los otros dos miembros del jurado, no escatimó esfuerzos en dedicarle los elogios más efusivos. No hay duda de que está muerto. En este momento, Sandy está limpiando el suelo y los sanitarios. En la parte posterior del cráneo rapado llevaba otro tatuaje: un pequeño crucifijo. Acto seguido, empujó a Tommy a un lado y extrajo una tarjeta del bolsillo de la americana. El cuarto de baño estaba vacío. ¡Gabe! Casi con seguridad, lo entrañan. Y usted quiere saber quién es ese otro. Signalez des exemples à modifier ou à retirer. Sánchez contempló horrorizado lo que estaba sucediendo. Esta vez lo hizo de una manera considerablemente más agresiva. Johnny se asomó por debajo de la puerta y vio un par de botas negras muy gastadas que pasaban por delante del primer retrete. Esto no es precisamente las Bahamas, ¿eh? Y a aquellas horas las actuaciones de la tarde ya estaban muy avanzadas. —Sí, estoy segura de que lo comprenderá perfectamente, tumbada en la cama en una residencia de mierda, respirando su último aliento. Pues en ese caso no me deja usted otra alternativa. También oyó una voz conocida que lo llamaba por su nombre. —De acuerdo. Aunque el universo ya ha empezado a trabajar para juntarlos. Era todo músculos y poco más. Yo en tu lugar no me preocuparía, Angus el Invencible dará buena cuenta de ellos —respondió Gabriel al tiempo que aceleraba el motor. —gritó—. Hola. Ver más tarde . Lo cual no era probable que sucediera muy pronto. —¿Ya han limpiado el estropicio? —¡De versión, nada! El motero parecía haberse recuperado totalmente del golpe sufrido en la cabeza. No te preocupes, cielo, ya me cuidaré yo de que no te pierdas. Conforme se aproximaban, se fueron haciendo visibles cinco palabras pintadas de rojo oscuro: bienvenido al cementerio del diablo. Johnny pisó el acelerador a fondo e intentó situar el morro del coche patrulla a la altura de la trasera del Firebird. Voy a ponerle Mustang Sally para que cante encima. Emily meneó la cabeza negativamente y sonrió. ¿Y ahora? —Vale, Stephie. Y tan sólo pudo significar una cosa. En circunstancias normales, él habría matado a un tipo que le hiciera algo así, pero Julius tenía algo más de lo que se apreciaba a simple vista. Para cuando se derrumbó en el suelo, ya había perdido el conocimiento. —Yo tampoco —se apresuró a añadir Candy. —murmuró. [ editar datos en Wikidata] Çilek Kokusu (en español: Olor a fresa) es una serie de televisión turca de 2015 producida por Gold Film para Star TV. —Me alegro por ti. No lo recomiendo. Algunos, más rápidos que los demás, consiguieron alcanzarlo. Una vez más los espectadores fueron entrando gradualmente en un silencio expectante, si bien puntuado aquí y allá por algún que otro comentario lanzado por un borracho. —Gracias. Emily lo cogió de la mano y tiró de él en dirección a la puerta que llevaba al escenario. Hasta Elvis, que no era de baja estatura, advirtió que aquel individuo era un verdadero gigante. Harry no pudo disimular la decepción. Freddie salió al escenario y saludó al público, que lo aplaudió con calor. Unida a la mano por un brazo putrefacto, saliendo a través de la tierra y la arena, se vio la mitad superior del cuerpo de un gigantesco zombi. Y a no mucho tardar. —No se hable más. —Joder, tío, haces unas preguntitas que para qué —replicó Elvis, exasperado—. —Cuánto lo siento —dijo Nina con una mirada que podría haber sido de solidaridad si no hubiera estado el Botox de por medio—. —Los abucheos se transformaron en aclamaciones y silbidos en cuestión de un segundo. —Más te vale que sea algo importante, Tommy. Nous disposons de fraises de petit (40 mm) qui sont montées dans des adaptateurs 1/2 Gaz, et sur la commande, nous pouvons fournir des fraises avec diamètre spécial. Como le digo, ese tío da un poco de miedo. ¿Por qué no vas de ti mismo? —¿Y ese papel? La imitación de los Blues Brothers no había sido tan buena como él esperaba. —En efecto. El cliente cuya habitación ha ocupado usted. ¿Cuál es tu nombre auténtico? Lo encontró solo, sentado en una de las butacas tapizadas del rincón, comiendo alitas de pollo de un plato de papel que tenía apoyado en las rodillas. Endureció el tono de voz: —Está bien, amigo. Dudo que puedas decirme algo que me impresione más que eso, de modo que ¿por qué no lo sueltas de una puta vez? Su intención era obligarlo a levantarse del asiento, suavemente pero con firmeza, con la esperanza de que él accediera sin oponer resistencia. —Pues entonces cierra la boca. —Se ha ido con ese tal Angus para cerciorarse de que eliminaba a los dos tipos que la liaron aquí, en los aseos, señor. No. Jamás tendré miedo a morir por algo en lo que creo. —Si a Dios le da por enviar algo aquí, serán problemas, amigo mío. Y por si no se ha fijado, yo no estoy muerto... ni soy famoso. Ah, iba a disfrutar de lo lindo, sin prisas. —sugirió. —Lo siento mucho por esto —dijo indicando con la cabeza el cadáver ensangrentado que tenían justo detrás. —Vale, otra vez eso. —¿Estás de coña? Emily sintió que el rubor se intensificaba hasta convertirse en un suave tono carmesí. En alguna parte. A continuación devolvió el vaso a la bandeja con un golpe y se puso de pie. Elvis colocó al muerto sobre la tapa y después los dos pasaron como un minuto intentando posicionarlo de forma que se mantuviese erguido y no se cayese hacia un lado. Por fin, ya sin un ápice de aliento, Sánchez llegó trabajosamente al final del camino de entrada, al arco de bienvenida que se extendía sobre el mismo. Kid lo ignoró. Y también quería estar seguro de que los demás participantes estaban tan nerviosos como él. El que estaba más cerca tenía un lado de la cabeza aplastado contra las baldosas y sangraba a causa de una aparatosa hemorragia nasal. Emily lo miró de reojo y vio que se estaba frotando el lugar de la cabeza en que había recibido el porrazo. Anónimo Al aproximarse a él, Annabel redujo la velocidad casi hasta detenerse. Por lo demás, un diez. Voy a regresar dentro de cinco minutos, y quiero que me dejes ese sitio. A Angus le dio por pensar que aquella sangre tenía algo raro; no daba la impresión de haber ido goteando de una persona que estuviera caminando o corriendo, sino que se extendía formando una línea sin interrupciones, como si Sánchez se hubiera arrastrado por el suelo boca abajo. —Escuchad. —Se llamaba Gabriel y era una especie de predicador. —Buenos días, Pete —dijo Joe tocándose la gorra. —Usted lo ha hecho fatal. Es una adaptación de la serie surcoreana The Heirs emitida por la cadena SBS. Kid poseía un fuerte instinto en lo que se refería a olfatear el peligro, y dicho instinto le había resultado muy útil cuando vio por el rabillo del ojo que Joe metía una mano por debajo del mostrador para coger algo. Si hubo una época en la que era un soldado capaz y con iniciativa, ahora era un musculitos descerebrado, por lo visto totalmente falto de inteligencia y de personalidad. - 103 - Anónimo El cementerio del diablo —¿Has visto la película Este muerto está muy vivo? Anónimo DEL MISMO AUTOR: Este particular «Anónimo» es el autor de El libro sin nombre y de El Ojo de la Luna, en los cuales el lector conocerá las otras aventuras de Kid Bourbon (incluidos unos cuantos giros en el hilo temporal). Su actuación fue sobrecogedora, y se ganó por derecho propio la ovación más prolongada y entusiasta que había otorgado el público hasta aquel momento. No resultaba agradable oír decir a nadie, y más en aquel tono, que tu - 159 - Anónimo El cementerio del diablo camino a la final estaba preparado de antemano. Aproximadamente dentro de diez minutos se te pasará ese dolor que tienes en la cabeza. Varios vasos de plástico volaron hacia el escenario. ¡Es Otis Redding! —Eso es lo habitual. Se dirigía hacia un área de terreno de aspecto especialmente desolado y que se adentraba más en el desierto, como a unos veinte metros de allí. Pero desconocía el motivo. —¿Perdón? Angus no perdió tiempo y echó a correr por el pasillo. Ya sabes cuál, ¿no? —Ese tipo es un asesino, Jacko. El regordete camarero se las ingenió para colarse justo detrás de Jacko y delante de Elvis, que era obviamente el sitio más seguro en el que estar. Habitación 309 Latino. —La fría reacción de Elvis ocultaba la sensación de desconcierto que le había producido aquel nuevo giro de los acontecimientos. La llegada de aquel hombre de sonrisa exagerada le había puesto nervioso, aunque no era en absoluto la primera vez que se veían. Judy Garland no iba a estar en la final. Indiscutiblemente, los roces y los siseos provenían del exterior, porque resultaban más audibles con cada paso que daba. Tengo que volver al coche. —preguntó deteniéndose a un metro de Kid. —Está bien, seguid buscado a esos tipos. Siempre llevaba el pelo, cada vez más escaso y más gris, oculto bajo una gorra de béisbol roja que tenía quince años, a excepción de unos cuantos mechones que se le escapaban alrededor de las orejas. Me pondrá del humor adecuado para lo de después. Pero como era consciente de que su rostro era visible en la pantalla gigante, tuvo que aguantar con una sonrisa forzada mientras Nina se escabullía hacia las sombras y Julius se acercaba al micrófono. - 88 - Anónimo El cementerio del diablo Llegaron al ascensor que había al final del pasillo, y Elvis lo llamó apretando el botón gris de la pared. Estaba a punto de morir y había decepcionado a su madre. Tiene pinta de tener el cuello roto. Al levantar la vista hacia la galería, vio al técnico de sonido en su cabina acristalada, accionando interruptores. Y ya no le quedaban más que dos balas. ¡Joder, tío! —vociferó—. Julius se inclinó sobre la mesa y le entregó a Valerie diez dólares junto con una sonrisa amistosa. Jacko llevaba aproximadamente un minuto cantando cuando de repente ocurrió algo inesperado. ¿Qué pasaba si anunciaban su nombre y ella no se presentaba porque la habían matado? Luego, al pensar en los otros tres participantes que supuestamente habían sufrido una dolencia estomacal, empezó a hacerse preguntas más graves. - 233 - Anónimo El cementerio del diablo - 234 - Anónimo El cementerio del diablo Cuarenta y dos Los integrantes de la orquesta del hotel Pasadena llevaban casi todo el día ensayando. Y como se trataba de Stephie, a la que había llamado «puñetera inútil», supuso que ya empezaba a dar miedo. - 303 - Anónimo El cementerio del diablo Sánchez meneó la cabeza en un gesto negativo y volvió a pensar en lo que iba a suceder a continuación. Iba a tener que pedir cuentas a los de seguridad. —Encantado de conocerte, Janis. No sé qué coño dicen de que no figuro en el ordenador. —¿Tiene radio este coche? —Qué poca fe tienes, Joe. Una que no sea personal. No se me había ocurrido. Era imposible de distinguir. Emily se apartó un paso de él y se zafó de la mano con que le sujetaba el brazo. —¿Qué hago? - 73 - Anónimo El cementerio del diablo Kid observó a Julius con gesto suspicaz. —Cooperaré. Me parece que eso ya lo tenemos claro, ¿no? Todavía sonriente como un político aprovechando la oportunidad de hacerse una foto, Julius se volvió hacia Kid Bourbon, cuya paciencia estaba ya a punto de agotarse. Ese tal Vergadura ha debido de cargarse también a estos dos. —Ven con papá, hijo de puta —susurró. Después de aquello, la voz y la letra lo abandonaron por completo. Apenas había terminado de hacerse dicha pregunta cuando de pronto se cerró la puerta de la cámara con un fuerte golpe. Me entró el gusanillo de pequeña, al ver cantar a mi madre en locales de actuaciones. —Quiere que haga uso de mis poderes psíquicos, ¿no es así? Gabriel se desmoronó igual que un saco de patatas y cayó encima del cuerpo del guardia de seguridad que había estado arrastrando. Tiene unas tetas fantásticas. El ruido que hace la tierra al ser removida, como si cientos de topos estuvieran horadando el suelo por debajo de la superficie. Adelante, señoritas. ¿Quién? —Quiero irme a casa. Además de que incluía desayuno (muy simple por supuesto pero desayuno al fin) y toallas.Cuando utilicé los baños de Rancho grande, la limpieza de los baños era pésima. Le aplastó la oreja, pero sobre todo le acertó en una zona del cráneo que tan sólo estaba cubierta por la piel y un poco de cabello incipiente. —¿Estamos escogiendo un concursante cada uno, o qué? Tenía que ver con muertos vivientes, había pactos firmados con el diablo, un concurso de talentos en el que participaban artistas imitadores de desaparecidas estrellas de la canción y, casi igual de importante, una recompensa de cincuenta mil dólares por ayudar a Julius a llevar a cabo la misión. —sugirió. Lo primero que chocó fue la frente, con lo cual la nariz se salvó de recibir lo más fuerte del impacto. —gimió después de agotar su capacidad de observación y de deducción. Cuando llegó, justo estaba empezando a bajar de la nube a la que había subido tras los elogios del jurado. Sánchez se sintió un poco culpable, pero su máxima prioridad era salir de allí, de manera que, una vez que dejó atrás a aquel hombre que afirmaba ser Robert Johnson, siguió corriendo todo lo deprisa que le dieron de sí sus cortas y regordetas piernas. —¡Amén a eso! Me encantaría volver algún día y cantar mis propias canciones, ¿sabes? Cuando ésta había completado la primera vuelta completa, hizo una aspiración profunda, dirigió un gesto de asentimiento a la Dama Mística y seguidamente, con un hábil giro de la mano, lanzó la bolita blanca en el sentido de rotación contrario. —¿Y éste Kurt Cobain? Me da la sensación de que usted y yo vamos a seguir viéndonos mucho más. Incluso con el estruendo de los tubos de escape de la Harley, el disparo de la pistola causó un potente estampido en la quietud de la noche. Para cuando dicha nube se asentó, restaurante y gasolinera ya se habían perdido de vista. Elvis enseguida les decía a todos que Otis simplemente estaba borracho. Sánchez es un puñetero camarero, no un asesino a sueldo. - 221 - Anónimo El cementerio del diablo —Oh. —Pues ábrelo. El director del hotel me ha dado quinientos dólares, y ya los he triplicado. Al poco de llegar al lugar escogido, la parte posterior del escenario se oscureció y comenzó a sonar por el sistema de audio un fuerte redoble de tambor. Manda a unos cuantos chicos a buscarlo, y cerciórate de que vayan armados. Tengo que irme ya. Julius iba literalmente dando botes por la moqueta beis del pasillo amarillo, en dirección al ascensor que había al fondo. A los zombis les gustaba atacar en grupo, y acorralaban a presas vulnerables que habían quedado aisladas de otras que habían conseguido apiñarse. Los tres guardias de seguridad habían vuelto a bajar y estaban a punto de salir de la cabina. El pelirrojo dio una calada al puro, después se lo sacó de la boca y examinó el ascua para contemplar cómo se iba formando la ceniza. ¿Dónde diablos se habría metido? No parecía apropiado señalar que estaban a escasos minutos de hundirse en las profundidades del infierno, junto con el hotel y todo y todos los que estuvieran dentro de él. —¿Te enteraste de lo de Roderick y Ash? El hostel por los comentarios que escuche ahi, es de los primeros que se instaló en dicha localidad, la infraestrictura es muy buena, super limpio, cada vez que iba al baño habia personal limpiando, eso no se ve en todos los hostels y cabe destacarlo. La variable desconocida era el Blues Brother, Jacko, que estaba a punto de salir al escenario. Salió del ascensor y se giró para mirar a los tres guardias de seguridad que seguían con vida. —A no ser que sea mucho más que un concurso de talentos —replicó Gabriel—. Así y todo, hasta las listas de los sicarios suelen ir acompañadas de un primer pago en efectivo. En Santa Mondega no había ni una sola construcción que le llegara a aquel hotel a la suela del zapato. Justo a tiempo para ver a Julius realizar el acto final. —Oh, Dios mío. ¿Qué veinte mil? —Ellos. Incluso más que eso. Había un continuo entrar y salir de gente que iba toda apresurada, y a través de las puertas de cristal de la entrada se distinguía el vestíbulo, lleno de personas con pinta de ricas. En realidad no sé qué va a suceder cuando anuncien al ganador del concurso, pero —hizo una pausa y respiró hondo— si no gana mi colega Elvis, espero que la ganadora seas tú. Era como si Powell estuviera poniendo a prueba el carácter de su concursante, únicamente para exhibirse. Cuando llegó al lateral y desapareció tras el cortinón rojo, fue recibido por Emily y Freddie Mercury. En la pared de atrás había un panel de interruptores de la luz, tres a lo ancho y otros tres a lo alto. No podía dejar pasar la oportunidad, ¿no te parece? —¿Qué, lo habéis oído? El escenario aún estaba libre de zombis, pero aquello iba a cambiar, sin duda. Sorpresa total. ¿Qué quieres decir? Te sugiero que los trates con algo menos de esa puta grosería con que me has tratado a mí. Le deseo una agradable estancia. —¿El de la armónica? —No. ¿A qué hora sales al escenario? —También por la fama, ¿verdad? - 289 - Anónimo El cementerio del diablo Era un ruido que llevaba estando allí todo el tiempo, pero que él tardó unos momentos en percibir. Mientras lo observaba, Elvis le puso una mano en el hombro. ¿Qué tengo que hacer? —Oh, esta vez seguro que sale el rojo. —Eso no es todo, jefe. Imagínate lo que tiene que ser aprenderse esa canción y otras cuatro más aproximadamente en una hora. —Eso es un tanto despiadado, ¿no? No quería matarlo, así que se abstuvo de arrearle un segundo porrazo y en lugar de eso intentó pasar por encima del montón de cuerpos que se interponían entre la cama y la pared y que ahora le cortaban el paso hacia la puerta de salida. Los he matado yo. ¿Alguna sugerencia? —Por supuesto —respondió en tono sarcástico—, pero veo que ya lo ha abierto. - 178 - Anónimo El cementerio del diablo Gabriel prosiguió, sin levantar el tono de voz: —De exagerado, nada. Sánchez se precipitó hacia la puerta propinando un empujón a Janis en su afán de ser el primero en subirse a bordo. Por favor, ignora el comentario de que sólo nos quedan dos minutos. —Sin pretenderlo estaba poniéndose furiosa, y le subió un ligero rubor a las mejillas. Y cuando me quedé sin balas maté a unos cuantos más con las putas manos. Neil había sido el mejor en las pruebas de tiro, y no había duda de que ascendería dentro del cuerpo. El hecho de ver caer de rodillas a su camarada le causó unos momentos de estupor, de lo cual se aprovechó Kid para atacarla con el cuchillo y hundírselo profundamente en el vestido, a la altura del pecho. Tiró violentamente de la chaqueta dorada de Elvis y señaló la cabina de sonido. Con los neumáticos chirriando y levantando humo, el Firebird derrapó violentamente y se detuvo. Si continuaba siendo la chica dulce y tímida que él había conocido, tal vez existiera la posibilidad de que la dejaran en libertad un poco antes por buena conducta. —¿Qué quieres...? Desde el asiento de atrás lo miraba fijamente una figura oscura, con la cabeza cubierta por una capucha. - 194 - Anónimo El cementerio del diablo Emily fue siendo cada vez más consciente de que ahora tenía muchas probabilidades de ganar el concurso. ¿No habría servido simplemente avisarla de que no debía comer nada? (La cámara, por su parte, le había dejado sumamente helado.) Porque, estando él fuera del concurso, ahora lo tiene usted chupado. Al llegar a la puerta de la cámara se inclinó hacia ella y pegó el oído al frío metal. Elvis y Freddie Mercury habían estado impresionantes, pero si estaba en forma, tenía la plena seguridad de poder ganarles. - 91 - Anónimo El cementerio del diablo Quince Johnny Cash —o por lo menos el individuo que lo encarnaba— tenía por delante más de una hora de espera hasta que le tocase hacer la audición. Powell probó con otra táctica de interrogatorio. La Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 9 de cada 10 mujeres (ENSANUT) muestra un incremento de la prevalencia combinada del sobrepeso y la obesidad en los 6 de cada 10 hombres mayores de 20 años, de 71.3% en 2012 a 75.2% en 2018, tienen las mujeres con 76.8% y los hombres con 73%. Emily evaluó la situación. En su defensa habría que decir que seguramente no querían irritarlo; últimamente la prensa había hablado de él lo suficiente como para que todo el mundo supiera que lo más prudente era evitarlo. Esto significa mucho para mí. Y tampoco estoy hablando de la tal Britney Spears. Angus extrajo uno de los revólveres que llevaba dentro de la trinchera y apuntó a la cabeza de la recepcionista. —Sí, vale. En eso, desde su sitio en el grupo de los perdedores, al fondo del escenario, el cantante del traje morado arremetió contra Jacko y Powell. De esto debe hacerse cargo la autoridad competente. Estacionado delante de una de las habitaciones del motel. La revelación de que Jacko, el Blues Brother, en realidad era nada menos que Robert Johnson, el tipo que vendió su alma al diablo en los años treinta, era todo un bombazo. Cambio. Le empujó la cabeza contra la moqueta. —Tú lo has hecho mejor que él, de eso no hay duda. Los elogios de Lucinda fueron lo único que necesitaba el público para volverse loco. Pero ¿qué tal dispararle por la espalda cuando se presentase la oportunidad? Sin duda alguna, su rasgo más positivo era su dulzura natural. Diles que se llamaba Sally. Era un riesgo que merecía la pena correr. Llevaba puesta una trinchera larga y de color gris, y debajo una camiseta negra de aspecto mugriento. Emily, sin poder evitarlo, seguía la música con los pies. Era cierto que Sánchez no era imparcial, pero a su juicio Elvis lo había hecho exactamente igual de bien que el imitador de Otis Redding que le había precedido. ¿Tiene una habitación reservada a mi nombre? Despacio y sin molestar, los demás clientes del bar fueron yéndose por el mismo camino. —La verdad es que me gustaría seguir viva —dijo Emily con una sonrisa de desesperación, esperando convencerlo de que ella era una persona cariñosa y encantadora que merecía que se le perdonase la vida. —¿Qué hacemos, entonces? —A mí me recuerda a un Santa Claus negro. Powell empezó a sentirse irritado. No es más que una reacción nerviosa. —Deme una llave de la habitación siete-trece. Aminoró un poco la velocidad y bajó de cien por hora a cincuenta, que era más manejable. —le preguntó Valerie respondiendo a la petición de que le sirviera una botella de champán. Johnny sacó una bolsita de cocaína de uno de los bolsillos delanteros del pantalón. Un minuto después Angus se encontraba de nuevo en la carretera, alejándose a toda prisa del Cementerio del Diablo. —¡Están por todas partes! Gabriel desapareció por la puerta y regresó al pasillo para recoger al segundo guardia de seguridad. Entiendo lo que quieres decir. Del desconocido no había ni rastro. —He venido para matarla. —De verdad. —Sí. Angus asintió con un gesto y corrió hasta un lado de la barra en que había un tablero basculante para dejar entrar y salir al personal. —No, me gustaría que nombrases una con toda la parsimonia que consideres aceptable. Tenía el arma preparada y lista para disparar. [email protected] ¡zas! ¡Tío, ayúdame, por lo que más quieras! Váyase. Estoy en una racha buenísima, Sánchez. —chilló Sánchez igual que una niña, al tiempo que retrocedía bruscamente a causa del susto. —Por supuesto que no. ¿Qué coño tenemos que hacer? —Es muy buena como juez. —De acuerdo —exclamó—. La primera en hablar fue Lucinda Brown, una conocida profesora de canto de Georgia que en su época había preparado a muchos cantantes de soul. Por segunda vez Julius pareció sorprendido de veras. Annabel suspiró. Los zombis le permitieron exhalar un solo grito de dolor antes de hacerlo desaparecer bajo un grupo de ellos para ser devorado con avidez. Gabriel, con su enorme y voluminoso corpachón, el conjunto de cuero típico de los moteros, el cráneo afeitado y los numerosos tatuajes, destacaba entre todos los demás huéspedes del hotel. Jacko suspiró. Ella, con el corazón desbocado, huyó como una flecha por el hueco que había abierto Kid y se lanzó hacia el final del pasillo. Estaba diciendo literalmente la verdad. Al tiempo que abría la portezuela del lado del conductor, dio una última instrucción a su pasajero: —Cuando el aparcacoches haya terminado de aparcar, dale un pellizco en la rodilla. Una mirada al espejo retrovisor respondió la pregunta por él. El coche patrulla, con un chirrido de neumáticos, se salió de la carretera y comenzó a rodar por el terreno yermo del desierto, sembrado de piedras. —Espero que hayas cogido cubo y pala, amigo. Se hizo un silencio en el vestíbulo, porque era evidente que estaba teniendo lugar una discusión, y que además tenía visos de ir volviéndose cada vez más violenta. Acabó en la cárcel, condenada a diez años de prisión por homicidio en primer grado. Permaneció sentada en la cama por espacio de media hora. Powell suspiró. —Siempre hay vidas en peligro. No puede pasar nada malo.» —Esto... Emily —dijo tímidamente—. Llegados a aquel punto, hasta Sánchez estaba confuso. El Rey, cuando consiguió arrancar la cinta adhesiva que le sujetaba las muñecas, chocó palmas con el otro. —Mierda, tío. ¿De verdad ha... esto... matado con ella a esos dos guardias de seguridad? Y significa que tiene que haber un Dios. Venga, vamos a dar un paseo. —rugió Gabriel al tiempo que hundía el cañón del arma con más fuerza en la nuca de Emily—. Por el borde de la misma apareció una mano empuñando una pistola cuyo cañón iba equipado con silenciador. Se estrenó el Turquía el 24 de junio de 2015 y concluyó el 27 de noviembre de 2015. Sánchez observaba unos metros más atrás, pensando en lo que podría significar aquello para el concurso. Julius tenía la incómoda sensación de que a lo mejor una de las vidas que peligraban era la suya. En particular, es peligroso hacer suposiciones sobre cosas que puedan dar o no la impresión de no entrañar ningún peligro. Sinopsis de Cilek Kokusu: Asli (Demet Ozdemir) es una joven y hermosa chica que trabaja en una pastelería y le encanta hacer deliciosos pasteles. En una de ésas, mientras corría aferrando el vestido de Janis, se le soltó el tacón del izquierdo. ¿Una oportunidad para enmendar la equivocación cometida diez años atrás? Se derrumbó y cayó de costado antes de desplomarse de espaldas, con la vista fija en el techo. Que ella supiera, seguía estando viva y respirando. El concurso «Regreso de entre los muertos» había atraído a un montón de caras interesantes. En la puerta no había ningún botones. Pero su admirador —si es que era eso— estaba socavando su seguridad en sí misma, ya fuera con intención o sin ella. - 24 - Anónimo El cementerio del diablo Cuatro Casi en el mismo segundo, Kid Bourbon volvió a guardarse la pistola en la cazadora de cuero, dentro de una escueta sobaquera que llevaba bajo el hombro izquierdo. Una jugada favorable, y sus vacaciones tendrían el mejor de los comienzos. La carretera se extendía de manera interminable hacia el horizonte, resplandeciente como un espejismo en medio del calor de primeras horas de la mañana. —Venga, gordinflas —le dijo—. En el Cementerio del Diablo había sólo dos sitios en los que detenerse a hacer una entrega: el local de - 11 - Anónimo El cementerio del diablo Joe y el hotel Pasadena, así que éste no se ofendió por la prisa que mostró Pete por marcharse enseguida, si bien se sintió un tanto decepcionado. —En el primero. Lucinda y Candy se levantaron y se encaminaron hacia la puerta. No había rastro de la presencia de ningún zombi, aunque se oía con toda claridad el ruido que hacían atacando y los chillidos de sus víctimas. ¿Has tardado mucho tiempo en discurrirlo? Con el estorbo que suponía trabajar con las muñecas atadas, los dos hombres hundieron las palas en el suelo y empezaron a sacar tierra para hacer un hoyo. ¿Crees en ellos? Sabía que los empleados del bar estaban rezando para que él no encendiera el cigarrillo, porque ello los obligaría a decirle que debía apagarlo. - 133 - Anónimo El cementerio del diablo —¿Tú te crees que soy tonto? —Joder, abre de una vez. —Como hacemos todos, ¿no? Guárdatela en la parte de atrás del pantalón y tápala con la camisa. ¡Esa tía tiene una delantera de muerte! Una sola palabra. —¿Cómo? —Y pásame un paquete de cigarrillos. —Detrás de aquel tono suave había un toque de autoridad. La serie es bastante corta si se compara con sus homólogas. Los cuatro varones estaban todos sentados ante los tocadores que se extendían a la izquierda de Emily. - 182 - Anónimo El cementerio del diablo —En primer lugar, porque no vais a conseguir ningún taxi. Claro que lo he entregado. Sánchez se llevó una decepción al encontrarse con Angus el Invencible, que portaba dos palas. Ese tío era más grande que una catedral. —Sí. ¿Para mudarse a una ciudad mejor, incluso? Parecía estar a punto de decidir quién debía morir primero. No había tiempo para contarlos, pero era casi seguro que allí fuera había varios cientos de ellos, todos pidiendo sangre y luchando con desesperación por entrar. A pesar de haber rebasado los cuarenta, no tenía ni una sola arruga en la cara, resultado, sin duda, de la cirugía plástica y de las inyecciones de Botox que debía de administrarse con regularidad. —No jodas. «Buen tiro», se dijo Gabriel al tiempo que dejaba atrás el cuerpo derribado. —No. Algo estaba abriéndose camino hacia la superficie. Yo también pienso irme. Es lo más bajo que se puede caer, ¿no crees? ¿Quién? No supo qué era más aterrador: si el hecho de que a Freddie lo estuvieran devorando vivo o que el suelo estuviera a punto de partirse en dos. El intruso no dio la impresión de tener prisa en meterse en otro retrete, y la situación empezaba a resultar un tanto embarazosa. - 140 - Anónimo El cementerio del diablo —Vas a salir al escenario dentro de veinte minutos, o de lo contrario yo me aseguraré de hacer de tu vida un verdadero infierno. Si hasta iban vestidas exactamente de la misma manera, por Dios. Tan sólo lo saben ellos y Powell. Su máxima prioridad era atrapar a Sánchez. Al joven latino se le iluminó la cara. Como todos los geranios, son plantas muy adaptadas a... Este geranio es un geranio de olor, muy perfumado, con un espectacular aroma a la flor de la rosa. Ello se debía en parte a que sólo hacía un instante que había recuperado el conocimiento, y también a que iba dando botes tumbado en una cama plegable colocada en la parte de atrás de una autocaravana, al parecer grande y totalmente equipada. Aún no había concluido el espectáculo. —Qué va. Por debajo de la puerta del retrete, que estaba entreabierta, estaba saliendo un charquito de sangre. Sabía por dónde se iba al hotel gracias a un mapa que había proporcionado Julius a Rodeo Rex. No te doy la mano, si no te importa. ¿Quieres? —Sí, un par de veces. Ya que no conocemos a nadie más, debemos permanecer juntos. —La séptima. ¿Y en el desierto que lo rodeaba? —Sí está, se lo digo yo. Especialmente para aquel concurso, se había hecho de encargo un llamativo traje negro brillante y una camisa de color rojo vivo. Y con un jugoso contrato para trabajar en el Pasadena. Los zombis se apresuraron a apartarse de ella y saltar hacia las paredes. ¿Para poder ganar un concurso de talentos y ganar dinero fácil? «Ya van dos —pensó Sánchez—. —Pero su emoción inicial se trocó rápidamente en recelo. Su supuesta habilidad para predecir el futuro no la había ayudado a profetizar que Sánchez podía servirle una petaca llena de su propia orina. «¡Mierda! Yo mataré a ese otro y le entregaré el dinero a usted de todos modos. Actuar lo justo para poder pagarte la siguiente comida, sabiendo que, si la cagas, tu público te lo va a hacer saber. Hablaba como si realmente lamentase la trayectoria que habían seguido las cosas en su caso. Volvió a bajar a toda prisa los peldaños del escenario y fue a echar un último vistazo al pasillo para ver si veía llegar a Kid Bourbon. Las primeras impresiones eran cruciales, y él no estaba dispuesto a dejar ninguna piedra sin remover en su lucha por alcanzar la fama. Me parece una buena idea. Comprensiblemente, Janis Joplin seguía sin entender. Así y todo, Julius no tuvo dificultad para reconocerlo. —chilló de pronto. Dentro estaba el pinchadiscos del concurso, sentado ante una mesa de mezclas y protegido por una pared de fibra de vidrio que daba al auditorio. -4- Anónimo El cementerio del diablo Uno «¡Mierrr... da! Annabel cogió la petaca y se echó un buen trago al gaznate. Nuestra historia empieza cuando el arrogante, sabelotodo, vago Burak y la cercana, amabale Aslı se van con en el mismo avión y se sientan en el mismo asiento. ¿O resulta demasiado doloroso hablar de ello? Cuando llamó Gabriel, Ash y Roderick estaban sentados dentro de un coche, en el aparcamiento de un motel que tenía un pequeño restaurante anexo. Era un pasatiempo que con los años le había hecho perder buena parte de lo que tenía, pero el atractivo de las apuestas y la oportunidad de ganar dinero sin tener que sudar era demasiado poderoso y seductor para resistirse. Esta vez, sin embargo, el tiro obtuvo un resultado positivo, aunque no del todo el que él esperaba. Sánchez hizo cuanto estuvo en su mano para no ser demasiado entrometido, pero de vez en cuando les lanzó miraditas y alcanzó a ver a Janis inclinada sobre la litera con Elvis embistiéndola por detrás. —Chist —contestó Emily indicando el escenario. A cualquier cliente nuevo que entrase en el local por primera vez no le habría parecido obvio que Joe fuera el propietario del mismo; todos los días se ponía los mismos vaqueros azules, y los lavaba sólo una vez por semana. Powell se sintió complacido al ver que el interior del aseo estaba prácticamente impoluto. Escuchando. Sánchez dio media vuelta y volvió a subir las escaleras que llevaban a la zona del escenario. Antes tiene que matar al tal Sánchez y a quienquiera que sea el tipo que lo acompaña. Adelante. —Se lo dije —dijo Emily—. Pero no la escribieron ellos. Está llegando al estribillo. ¿Quién te crees que soy? Los dos hombres entraron sin hacer ruido y levantaron el cuerpo sin vida de Clementine, que yacía sobre el - 68 - Anónimo El cementerio del diablo duro parquet negro, ahora manchado por un charco de sangre. —¿Por qué no elegimos uno cada uno? Aunque a ella la hubiera mordido un vampiro y se hubiera transformado en uno de aquellos seres ante sus propios ojos. Si Julius ganaba el concurso, por lo visto se rompería no sé qué maldición. —Pero ¿en el fondo te gustaría? Este puto hotel es el único que hay por aquí. Sánchez lo adoraba, y siempre se alegraba de verlo. —Bien, pues tengo que ganarlo yo. Vale. Habían tomado el ascensor hasta el séptimo piso y después habían andado como cincuenta metros por un pasillo muy largo. Abrió los ojos y parpadeó varias veces antes de limpiarse el agua que le había entrado en ellos. Su jefe intentó fruncir el ceño. —Tiene un arma —señaló Sánchez—. . Kid hizo caso omiso. ¡No te puedes perder ni un solo capítulo! Cuando alcanzó casi treinta centímetros de profundidad, de pronto se le disparó la alarma del reloj de pulsera indicando que eran las nueve en punto. En lo alto de la misma había un cartel de grandes letras metálicas pintadas de rojo brillante: Hotel Pasadena «Increíble», pensó Sánchez. Después se giró de nuevo hacia Emily y le dijo, con su acostumbrado tono educado—: Gracias por informarme. ¿Qué han dicho los jueces? Tenemos que largarnos de aquí, Sánchez. CON OLOR A FRESA 2. Aunque esto lo dijo para todos los presentes, miró directamente a Sánchez, como retándolo a que demostrara que tenía huevos para apostar más de una ficha en la primera vuelta. —Le disparé a la cabeza, de modo que sí, probablemente. —¿Te das cuenta de que ocupas casi la mitad del tiempo hablando tú? Y además olía bastante mal. Angus tenía otros asuntos que atender. - 43 - Anónimo El cementerio del diablo Siete Más que nunca, Sánchez hacía toda la propaganda que podía para que Elvis ganase el concurso «Regreso de entre los muertos». Se vieron confirmadas sus sospechas de que no convenía mezclarse con aquel tipo. —Y una mierda. Justo cuando estaba metiendo la - 29 - Anónimo El cementerio del diablo mano bajo la chaqueta para sacar el revólver, su pasajero tomó una decisión inteligente. Esta es la versión de nuestra página web dirigida a los hablantes de Español en España. Mientras Elvis buscaba las respuestas a todas aquellas importantes preguntas, Freddie Mercury abandonó el escenario y se reunió con ellos. —Cómo no. Ahora he recargado la pistola, y tengo que decirte que no estoy precisamente de humor para escuchar «Lo siento mucho, señor, pero soy tan tonta que no puedo entregarle la llave» de una tipa como tú. Kid sacudió la cabeza negativamente. A lo mejor podías convencerlo para que toque en el Tapioca. A la vez que decía esto, extendió la mano y agarró a Kid por el hombro derecho. —No le ha hecho nada a usted. —¿Es que los apóstoles se compran crema antiarrugas en la farmacia? La agitación incrementó de forma visible la tensión de la cremallera de la cazadora. —¿Tú crees que lo quitó él? Me quedé preocupado. - 308 - Anónimo El cementerio del diablo - 309 - Anónimo El cementerio del diablo Cincuenta y ocho Nigel Powell consultó su reloj. —¿Qué quieres que...? —¿El qué? Mientras que antes mostró una actitud caballerosa y tranquilizadora, ahora, por un instante, dio la impresión de ser un hombre siniestro y poco de fiar. Sánchez, situado detrás de Emily, observaba los acontecimientos con interés. Temporada 1: 23 episodios emitida en Star Tv, en Turquía. Ese letrero envía a la gente al hotel Pasadena. Si te atrapan en su hechizo, ya no te libras nunca de la necesidad de hacerlo tú también, de sentirlo en los pulmones, ese aroma del local que te recuerda aquella actuación, ¿verdad? —Pues claro. Los dos guardias de seguridad movieron las pistolas en dirección a las puertas de la autocaravana para indicar a Sánchez y a Elvis que salieran. ¿Habría sido Gabriel víctima de un engaño por parte de Julius? Con todo lo que había sucedido a lo largo del día, no había tenido tiempo para comer, y la inanición, sumada al pezón de Candy, estaba empezando a hacerle ver borroso. Y a aquello había que sumar que a él no le caía bien, así que si ganaba el concurso y vendía su alma al diablo, pues vale. Golpeó a Johnny en la frente y lo hizo caer de espaldas. —Sí, ya supongo. Freddie Mercury y Janis Joplin se mostraron simpáticos y afectuosos, e inmediatamente hizo buenas migas con ellos. —Un plan cojonudo. Entonces, ¿qué coño ha pasado con mis veinte mil? Kid Bourbon alzó una ceja y observó a Julius para ver si hablaba en serio. En cuanto le quedó la boca libre de aquella mano horrible y asquerosa, se puso a pedir socorro a pleno pulmón. Si nos encuentran aquí, especialmente después de vernos arrastrando a Otis, vamos a tener problemas serios de verdad. Y por último, apareció Gabriel para resolver la situación. «Qué coño», pensó Johnny, y se dirigió hacia él. Todos pusieron una cara de leve estupor al ver los bruscos modales de Kid y el grosero lenguaje que empleaba. Era el último que quedaba, así que arrojó el paquete vacío al felpudo que estaba pisando. Pero, por desgracia, Elvis y Janis necesitaban un poco de intimidad. Se hizo obvio que era un individuo conocido y odiado por la camarera, porque ésta se volvió de inmediato y esbozó una sonrisa falsa que sugería que no le caía - 57 - Anónimo El cementerio del diablo nada bien, pero que no tenía más remedio que lamerle el culo para conservar aquel empleo. Oh. Y basó dicha conclusión en el hecho de que el guardia de seguridad miraba la pared que tenía delante con expresión ausente y la boca ligeramente abierta. Todas horrorosas. Desde que el escándalo de sus especulaciones financieras inundó prácticamente todos los telediarios, resultaba obvio que había tenido tiempo para contratar los servicios de un entrenador personal. —No, me refiero a las almas de muchas personas inocentes. No tenía modo de ponerse en contacto con su madre para decirle cómo le estaba yendo con el concurso. —Pues me parece que a esos cantantes ya los ha matado otra persona por ti. —¿Tú crees? —Por lo visto, alguien estaba lacónicamente. Otros habían regresado a su habitación para intentar dormir un poco. —Había cocaína por todas partes y tenía sangre que le había salido por la boca, la nariz, los oídos, por todos lados. —¿Te parecía que iba a pagarlo yo? Soy un sagaz hombre de negocios —alardeó el camarero. De esa manera seré yo el único cantante de la final que haya ensayado la canción con la orquesta de la casa. Nigel Powell había abandonado su asiento en el panel del jurado y sostenía en las manos un documento que sólo podía ser el contrato. —preguntó a Elvis, esperanzado. ¿De verdad era posible que aquel tipo fuera el apóstol número trece? Mientras el público estallaba en vítores, Sánchez vio a un negro vestido como uno de los Blues Brothers que se destacó del grupo de aspirantes. Al principio éste se quedó fuera de la habitación, hablando en voz baja con su personal de seguridad. ¡Saque inmediatamente de aquí a este maleante, o de lo contrario ya puede despedirse de su puto empleo! No sabía qué le daba más miedo, si que Angus pensase que él sabía dónde estaba el dinero o que Elvis descubriese que el sobre tenía veinte mil dólares dentro. En cambio Jacko pareció no percatarse. El cabello, denso, pelirrojo y sin lavar, lo llevaba recogido en una coleta que le colgaba hasta más abajo de las paletillas. Hacía una mañana sorprendentemente fría, teniendo en cuenta el calor que había hecho el día anterior. —Sí, le veo perfectamente. Era mejor dejar aquella pregunta para Elvis. —Me temo que sí. —Un leopardo. —Lo siento, pero no. Se subió al coche sin apartar la mirada del orondo rostro Sánchez, que masticaba con fruición su desayuno. —Oh. Y junto al costado sostenía un objeto que parecía una pistola. Tripadvisor realiza comprobaciones de las opiniones. —¿Y llevan munición suficiente como para conquistar México? «Ya está bien —pensó Emily—. Es una tía genial. Apretó el primero que encontró, que fue el de la planta décima, y se pegó todo lo que pudo a la pared lateral para que no lo vieran los cuatro gorilas de seguridad. No conozco a nadie en el mundo que sea capaz de cantar esa canción mejor que tú. —No. —Dime. Bueno, ¿y a quién le toca ahora? Había algo malvado muy cerca de allí. —¿Cómo ha ocurrido? Fue todo un orgullo que Rex confiara en él para que llevara a cabo un encargo tan importante en solitario. Kid hizo otras dos inspiraciones profundas mientras debatía si sacar un arma o no y matar a su compañero de viaje. Aquello lo hizo pensar. El edificio estaba haciéndose pedazos. —Sánchez no pudo disimular su desilusión. —¿Te acuerdas de esa cazadora blanca y ajustada que lleva puesta? —Lo que oyes. Se sonrieron el uno al otro. —Bueno... no. Tras permanecer un poco más tiempo del debido en el escenario, se marchó por un costado del mismo, despidiéndose del público vigorosamente con la mano. En su día sintió un profundo rencor por el robo, pero ahora ya estaba todo perdonado. —Powell siempre se mostraba solícito con su personal. Al menos aquello fue lo que le dijeron, y no tenía motivos para no creerlo. Se sentía invencible. De pronto Angus metió las dos manos en el interior de la trinchera y extrajo dos pistolas. El coche dio otras tres vueltas de campana, y con cada una de ellas Johnny se sintió más desorientado que antes. De tanto pensar, la cabeza le estaba doliendo cada vez más. El contrato tenía que firmarse antes de la una de la madrugada. A lo mejor Nigel Powell no la había informado a fondo del peligro que corría de verdad. —Señor, ¿cuántas copas desea? Luego saldré trepando por encima. —suspiró Sánchez—. Tenía muchas cosas en la cabeza, como a quién estaba a punto de matar con la última bala que le quedaba. Emily negó con la cabeza. O algo. Entonces, cuando estaba a poco más de medio metro de la puerta, se estampó contra el cristal el rostro horriblemente deformado de una mujer. Y le encantaba llamar la atención, tal como resultaba obvio si uno se fijaba en su atuendo. Sus ojos quedaban ocultos por unas gafas de sol de cristales oscuros y polarizados y montura metálica, y lucía una cabellera tupida, oscura y lacia... incluso grasienta, que le llegaba casi hasta los hombros, pero sin arreglo ninguno. ¿Se encuentran bien? Si los otros zombis parecían hambrientos, éste parecía capaz de devorar entero al aterrorizado propietario del Tapioca, y sin escupir ni los huesos. Su madre lo entenderá. —dijo Sánchez en tono de queja. Incluso era posible que deseara matarlo. El propietario de aquellos zapatos era un hombre, pero ya estaba muerto. Kid le estrujó las mejillas todavía con más fuerza; a continuación, alzando el brazo, levantó a Julius en vilo y lo apartó de las puertas del ascensor. Podía ser. «Ya está.» Cerró los ojos y esperó el momento de la verdad. Nada importaba lo bien que hubiera aguantado la presión a lo largo de su carrera; esto era algo totalmente distinto. - 118 - Anónimo El cementerio del diablo —Pues... esto... que una es toda y la otra no. Y después se perdió de vista. —Bueno, puede que estudie la posibilidad de dejarme una... cuando vuelva a estar de moda —replicó Powell con un sarcasmo todavía más fuerte—. —Bien, pues dígame qué es lo que quiere saber. ¿Tienes algún problema con matar mujeres? Tienen manchada toda la parte de atrás de la chaqueta y del pantalón. —¿Estáis hablando en serio? Se acercó muy despacio hacia las puertas de cristal de la entrada. —gritó. Sánchez y Elvis se inclinaron, bajaron las manos, que todavía llevaban atadas, y cogieron con dificultad una pala cada uno. Nigel Powell, que estaba a su lado, dejaba entrever poca cosa; ya en el mejor de los casos su semblante no se movía apenas, pero a juzgar por su lenguaje corporal no daba la impresión de estar demasiado impresionado: permanecía sentado, cruzado de brazos y con la boca fuertemente cerrada. —Escucha, tarado —dijo Kid—. De pronto se abrió de golpe la puerta del armario. Pero tocar en locales nocturnos, eso sí que es auténtico. Si acaso. Ya desde el principio de la canción, My Way, desafinó a la vez que se equivocaba en la letra diciendo «Sé que el fin se acerca» en lugar de «Y ahora que el fin se acerca». —Seguro que tú tienes grandes esperanzas —comentó Sánchez en tono sarcástico. Disparó a través de la ventanilla del lado del conductor y desbloqueó la portezuela desde dentro. - 61 - Anónimo El cementerio del diablo —Ah, usted es un puto comediante, ¿a que sí? A lo largo de las últimas veinticuatro horas había habido momentos en los que creyó que jamás iba a ver de nuevo cosas sencillas y naturales como el brillo de la luna y de las estrellas. - 173 - Anónimo El cementerio del diablo «Son dos jodidos muertos vivientes.» Kid Bourbon depositó el cigarrillo con cuidado sobre el capó, se apartó del Firebird y echó a andar hacia aquellas dos criaturas. ¿Blackjack, póquer, dados, ruleta? No me vendría mal echar una meadita, después de todo. Junto a él se sentaba Kurt Cobain. ¿Y qué había pasado con Judy Garland? Se encontraba tras el escenario con Elvis, observando a los demás aspirantes, que esperaban nerviosos a que los llamaran a escena para conocer su destino. Para cuando finalizó la audición ya estaba recibiendo una merecida ovación, con todo el público en pie, e incluso una mujer de las primeras filas le lanzó unas enormes bragas de color blanco. Más que dejarlo sin conocimiento, lo que había conseguido era enfurecerlo. —Con el cuello roto, no. - 231 - Anónimo El cementerio del diablo Éste le sonrió cuando la vio aproximarse. Dulce Venganza. —Un momento, por favor. Aquél era, en efecto, un tipo de los malos. Condenados a ir al infierno. —¿De qué coño estás hablando, tío? El motero le apuntó con la pistola todo el tiempo. Y yo podré decirle: «Perdona, mamá, pero he dejado pasar la oportunidad de proporcionarte los cuidados que necesitas porque un psicópata alcohólico me ha dicho que si ganaba el concurso estaría vendiendo mi alma al diablo.» Pero Kid no dio muestras de inmutarse por el agresivo sarcasmo de Emily. Alto y bien formado, llevaba un corte de pelo a lo militar, como recordatorio del tiempo que había pasado en el ejército. —Pues Gabriel lo creía en serio. —Siempre acaba pasando algo. ¿Arrojarle una pierna de cordero? Es usted, ¿verdad? Pero descargar su furia con Julius parecía una pérdida de tiempo. —Al ver la expresión de la Dama Mística, agregó a toda prisa—: Mierda, fue un accidente. Su intención era quedarse allí todo lo que le fuera posible, hasta el último momento antes de salir a escena. Entonces fue cuando éste se dio cuenta de que les brillaban los ojos. —Me parece que al trepar por la pared para salir del retrete he movido a uno de estos tíos. Después de todo, Gabriel no era tan malo. —¿Cómo? Freddie chocaba continuamente contra ella, y el causante de que se le rompiera el zapato fue un pisotón que él le arreó en el pie. —le preguntó sin aliento cuando llegó a su altura. —Hoy he ganado en esa ruleta casi cien mil dólares. Su rostro apareció en una pantalla gigante de televisión colocada en la parte posterior del escenario y, por algún motivo desconocido para Sánchez, provocó varios chillidos en un grupo de mujeres jóvenes de entre el público. Tenemos problemas, jefe. ¿Lo ha visto? ¡Pido silencio al público! —¿Por qué? Cruzó el vestíbulo a la carrera en dirección a la entrada principal, rezando para poder alcanzarla estando todavía entero y de una pieza. Cuando la chica se dio media vuelta y echó a correr por el pasillo en dirección a él, Angus apuntó y le disparó directamente al pecho. Lo que dijo, cuando finalmente habló, fue sorprendentemente razonable. —Elvis no parecía preocupado, pero Sánchez insistió—: Ha debido de matarlo el tal Orson Vergadura. Con todos ustedes... ¡Janis Joplin! ¿Quién opina que el ganador será el Blues Brother? —¿De qué? La orquesta va a tocar dos canciones, y yo voy a poner la pista de acompañamiento de los otros cuatro. —¿Qué va a hacer usted? Pero en mi caso, compre un desayuno continental y era demasiado grande para mi sola, por lo que lo comparti con otra chica y pagamos a medias.Ubicación inmejorable, y otra cosa es que desde ahí mismo salen los micros a la localidad de El Calafate, o al aeropuerto, y no tenes que ir hasta la terminal.Por lo que mi estadia fue mas que satisfactoria, el ambiente me pareció super agradable también. Supuso que así se sentiría un poco mejor en medio de toda aquella farsa. —Es maravilloso. —Pues muchas gracias —dijo Sánchez con rencor. Y qué buen amigo con su compañero incapacitado. —Hay una cosa más que tienes que saber —dijo Julius. La familia es importante. Elvis dejó a Janis tirada en mitad de la conversación y se acercó a Sánchez. Pero date prisa en disparar a ese hijo de puta, ¡porque luego nos vamos a largar de aquí cagando leches! ¿Y cómo murió? Y Luther se había preocupado mucho de estar estupendo. Contempló la masacre durante unos segundos y se permitió una leve sonrisa antes de volverse de nuevo hacia Jacko. Estaba a punto de permitir que sus intestinos se abrieran y dejaran resbalar su contenido sin control alguno pierna abajo, en dirección a la boca de aquella criatura, cuando de pronto... ¡bum ! Al principio se quedaron estupefactos al ver a Elvis y Sánchez maniobrando para sacar a Otis Redding del ascensor. —De acuerdo. Después de comprobar por última vez que nadie los había seguido, Johnny repasó rápidamente la estancia con la mirada y cerró la puerta con el pasador. Con la vista cegada por el intenso resplandor del sol del desierto, Johnny se esforzaba por no perder el control del automóvil conforme iba acercándose poco a poco al Firebird. De inmediato la voz amortiguada del asesino le contestó con otro grito: —¡Estás muerto, saco de mierda! Pero durante el mes que estuvo en Plainview habían tenido lugar otros dos hechos significativos. Este último echó un vistazo arriba y abajo del pasillo para cerciorarse de que no los veía nadie. Los guardias ya habían visto el cuerpo y tenían la atención centrada en él y en Sánchez. - 116 - Anónimo El cementerio del diablo —Claro que sí —contestó Powell—. —No sé de qué está hablando —balbució, buscando una manera de escapar de aquella conversación. Johnny observó horrorizado cómo se desplomaba el andrajoso cuerpo de su colega y después volvió la vista hacia el intruso. ¿Y qué estaría haciendo en la cabina del pinchadiscos? —Ya, bien, considérese afortunada de que la haya encontrado yo antes que él. Y a lo mejor - 246 - Anónimo El cementerio del diablo existía todavía la posibilidad de reclamarle a Nigel Powell los cincuenta mil que le había prometido por liquidar a Sánchez. Si nos separamos y tú te quedas solo, vas a necesitar un arma, aunque sólo sea para enseñarla. Los aplausos desperdigados que se oían no tardaron en ser engullidos por murmullos de confusión.
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